Comenzó el Mundial de Fútbol 2018 en Rusia, una oportunidad para analizar ejemplos de liderazgo, equipo, proyecto, constancia, formación, profesionalismo, competencia y, sobre todo
Innumerables proyectos utilizan el fútbol como
herramienta positiva para el cambio social, desde las Scholas Ocurrentes
creadas por el actual Papa Francisco, que entre otras actividades propone el
FutVal (fútbol con valores), donde se busca concientizar a niños y jóvenes por
medio del deporte; especialmente el fútbol que ayuda a relacionarse, a trabajar
en equipo y a priorizar el bien común por sobre el propio. Hasta proyectos como
“Soccer in the Streets” que trabaja con jóvenes de Atlanta (especialmente afrodescendientes
y latinos) para rescatarlos de la calle y las drogas; o el caso de Kick4Life,
una institución benéfica que se sirve del fútbol para formar e informar a los
jóvenes sobre el VIH en Lesoto que tiene la tercera tasa de prevalencia del
virus más alta del mundo.
Cuando hablamos de fútbol podemos pensar en la corrupción que existe alrededor de este deporte como negocio. Sin embargo, el fútbol como deporte lleva indefectiblemente a pensar en un grupo humano reunido con un fin, un proyecto, liderazgos adentro y fuera del campo de juego, estrategias, tácticas, creatividad, profesionalismo; y todo eso desde una actitud proactiva.
Los que juegan se comprometen a hacerlo por el equipo, por la camiseta, por sí mismos, por divertirse. Y los que dirigen deben predicar con el ejemplo, porque las palabras se pierden rápido, en cambio las imágenes quedan grabadas. Ser coherentes.
Además, el fútbol nos obliga a respetar normas e instalar hábitos de convivencia saludables. Esa es la base de cualquier proyecto futbolístico, sin excepción; y los que dirigen deben ser los primeros en cumplirlo. “Hay que ser imparciales antes que magnánimos y humanos antes que imparciales”
El fútbol nos obliga a escuchar, a dialogar con nuestros compañeros de equipo para establecer la estrategia del juego, y debemos convencer antes que imponer. De ese modo, el juego no fluye; y en ese sentido, la peor palabra es YO. Solo se debe usar para aceptar errores, sino siempre la palabra es nosotros. Además el fútbol nos obliga a tomar decisiones.
El fútbol nos enseña a triunfar y a perder, llamándonos a ser sobrios en la victoria y serenos en la derrota. Finalmente, debemos saber que si queremos progresar hay ser cada día más profesionales en lo que hacemos, como en el trabajo, como en la vida de cada uno de nuestros alumnos, de cada uno de nuestros docentes y de nuestra propia institución.
Director de Comunicación
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